Tierra de contrastes y paisajes conmovedores, tierra dotada de una cultura milenaria y de tradiciones fuertemente arraigadas, el Parque Nacional de Ordesa- Monte Perdido, inscrito en la Unesco, y sus valles circundantes, son una fuente inagotable de asombro. No dejaréis de pasear, una y otra vez, por el gran cañón de Ordesa. Con sus murallas dantescas tiene un auténtico aire a “Cañón del Colorado” pirenaico.
Acantilados vertiginosos, circos suspendidos, “fajas” aéreas, cascadas centelleantes, Ordesa es la expresión de la desmesura. Sus paredes minerales contrastan con una naturaleza exuberante y forman paisajes de una extrema belleza y una asombrosa originalidad.
Pasead, sin dudar también, por el cañón de Añisclo. Menos conocido es, también, más salvaje. Se entra por una pequeña ruta estrecha y sinuosa, que se hunde en un caos de rocas y pinos, a lo largo de las aguas verdes y turquesas del río Bellos. Sin duda, uno de los itinerarios más espectaculares de los Pirineos. Después, quedaos un rato en la Plaza Mayor de Aínsa. Su campanario, con forma de minarete, recuerda las epopeyas olvidadas de la “Reconquista”. En verano, la plaza totalmente pavimentada acoge las terrazas de los bares, donde se degustan las famosas tapas.